Pocos días nos separan de las elecciones nacionales. Se ha venido instalando entre los frenteamplistas el convencimiento de que el triunfo el 27 de octubre es lo más probable. Esto se constata al entablar diálogo con diversos militantes y adherentes que afirman serena, pero firmemente, “vamos a ganar, si” y a continuación esgrimen variados argumentos.

Desde nuestro punto de vista cada vez está mas claro para la ciudadanía que la opción es entre dos proyectos de país y no más (a pesar de la multiplicidad de candidaturas y partidos): el del Frente Amplio (FA) y el de la oposición. Ahora, uno de estos proyectos se expresa a través de un programa claramente explicitado y producto de la participación popular. Respalda e impulsa este programa una coalición política que ya tiene casi cinco décadas de funcionamiento colectivo y que ha pasado por diversas pruebas. El otro proyecto, o su expresión política, tiene notorias dificultades para expresarse. ¿Cuál es su programa? ¿El de Lacalle o el de Talvi? ¿El del nostálgico de la dictadura, Manini o el de los alicaídos Mieres, Novick y demás? Lo único que le sale a coro es el desesperado deseo de sacar al FA del gobierno. En cuanto a propuestas programáticas en común, juegan todas sus fichas a ponerse de acuerdo después de la primera vuelta. ¿Les dará el tiempo? Nos recuerdan a aquellos estudiantes que debiendo dar un examen que consta de dos pruebas, esperan al resultado de la primera para ver si estudian lo referente a la segunda. ¿Bastante irresponsable no?

Las señales que se han venido dando desde un lado y otro, tienen también signos diferentes. En el “debate televisivo, Martínez dirigiéndose a los jóvenes dijo “no voten por mí, voten por una fuerza política que ha puesto los problemas de la gente como centro de sus desvelos”. Lacalle sin embargo dijo: “vótenme a mí, yo me hago cargo”. A cada propuesta del candidato del FA, Lacalle respondía con una crítica (parecía haberse olvidado de llevar sus propuestas).

Los candidatos de la oposición han cometido una serie de errores que, a pesar del “blindaje” a su favor por parte de los medios, les genera sin dudas un efecto negativo entre los votantes. Recordamos por ejemplo los “malos cálculos” del economista Talvi respecto a los porcentajes de desocupados o la infeliz afirmación de Lacalle respecto a que, si él no ganaba, esto sería una dictadura. La sombra de Larrañaga y su “tambo cerrado cada 40 minutos” los persigue.

El FA y su campaña bajo el lema “defender lo bueno para hacerlo mejor” se va afirmando cada vez más y mejor. A medida que logra sintetizar y trasmitir los logros de estos 15 años y comunicar sus propuestas mas significativas, su respaldo en la población se afianza y crece.

Lo del domingo 27 será un plebiscito. Sus resultados posibles: Continuar en el país donde aumentan y se reconocen los derechos para todos o la vuelta al país de los privilegios para pocos. Profundizar en la distribución de la riqueza y mejorar la calidad de vida del pueblo trabajador o volver a las políticas que generan crisis económica y social cuyos efectos la sufren las clases populares, pero benefician a los de siempre.

Para nosotros no existen dudas respecto a qué lado de la línea elegir para la batalla. Tampoco en cuanto a que lo del título se hará realidad.

Daniel Dalmao.

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