A través de diferentes medios de comunicación y de actos partidarios de cara a la carrera electoral que ya comenzó, los candidatos se presentan y a través de discursos, propuestas y proyectos casi mesiánicos quieren sacar al Uruguay de las manos del peligroso Frente Amplio.
Se sienten salvadores de una realidad que no existe. Hablan de un Uruguay que no es y quieren hacer creer que todo está mal. Con esa visión han apostado a un menú político electoral donde con perfiles distintos y con matices, muestran su beta más conservadora. Así tenemos a Larrañaga y su campaña de militarización de la sociedad, a Lacalle y su coqueteo con los empresarios y condena a los trabajadores; Sanguinetti que aspira a seguir en la guerra fría y ve a Venezuela como la vieja Unión Soviética y él se siente el representante de una democracia que no representa y que en realidad lo que hace es fomentar el odio y la desinformación. Talvi que se ha disfrazado de cordero, pero que su propuesta económica es la restauración del neoliberalismo y Amorím que juega con su segundo apellido, pero que ni siquiera marca en las encuestas, pero que responde directamente a los sectores más reaccionarios de la derecha.
Fuera de los partidos tradicionales también se expresa la derecha. Manini Ríos representa el sueño de los militares al poder y aspira a cosechar votos de aquellos trasnochados como él y Novick que apuesta al miedo y la inseguridad como único tema, pero que en el fondo representa a las élites que fueron perdiendo poder gracias a las transformaciones que comenzaron desde el 2005. La estrategia con la que se mueven es la del divisionismo, del desconocimiento de la realidad y del manejo de la información a su gusto; pero poco a poco van mostrando su peor cara y esto recién comienza.